A Ramón
Español Codo en su casa siempre le dijeron que nació el 7 de enero de 1915,
pero en el registro quedo inscrito con fecha 1 de enero de 1915, a saber, cosas
de la época. Lleva casi un siglo reivindicando el 7, el mismo tiempo que le
lleva persiguiendo la fecha del año nuevo.
El
alzamiento militar del 18 de julio de 1936 le sorprendió trabajando en los
talleres Moreras de Binefar. En esos días se organizaban grupos voluntarios
para ir al frente, pero él decidió volver a Estada, donde su familia vivía en
la casilla del Canal de Aragón y Cataluña.
Al poco
tiempo se presentó en su casa un buen amigo suyo de Peralta de la Sal que había
tenido algunos problemas con el comité revolucionario
de la localidad, y decidió poner tierra de por medio. Le convenció para
alistarse, y con sus bicicletas se fueron a Barbastro, después estuvieron en
Torralba de Aragón y Tardienta, siempre construyendo fortificaciones militares.
Participó
en la dura batalla de la ermita de Santa Quiteria, una vez tomada la plaza por
los republicanos mandaron a su grupo a fortificar la loma bajo un intenso fuego
enemigo, tres de sus compañeros fallecieron. No pudieron concluir el trabajo y
al día siguiente aviones alemanes bombardearon la zona y las tropas de Franco
volvieron a tomar la colina.
Ramón también
estuvo destinado en Poleñino, Lérida y Valencia, después, fue enviado en tren a
Extremadura. Fue encuadrado en un grupo de trasmisiones porque tenía
experiencia en este trabajo, experiencia que había adquirido al sustituir a su
madre cuando se ausentaba en la centralita de Telefónica ubicada en la casilla
de Estada. En octubre de 1938 fue ascendido a sargento y trasladado a
Villanueva de la Serena y Don Benito, zona en la que finalmente cayó preso de
las trapos de Franco. En el campo de
concentración dormían al raso y tan apenas comían. Muchos soldados murieron de
enfermedades y falta de alimento, después los trasladaron a un mercado
abandonado. Ramón cuenta que prácticamente se pasaba el día dormitando: «cuando te estás muriendo de hambre
te pasas el día durmiendo, los únicos que comían eran los piojos».
Un día,
sin más, les cogieron los datos personales y les dieron un salvoconducto con el
que se tenían que presentar en el lugar donde les había sorprendido el
estallido de la contienda. Salieron muy débiles, con barba frondosa y el pelo
largo, tomó camino hacia el norte de España, iba acompañado de dos catalanes,
un hombre de la zona les invitó a cenar y pasaron la noche en un pajar.
Viajaban en tren, pero de pie, porque no tenían dinero, y para no dormirse cantaban
en voz alta.
Después de
mil peripecias llegó a Barbastro, donde
en casa de Capdevila de Estada les dieron un plato de sopa caliente. De Barbastro
a Estada con el coche de San Fernando, un poco a pie y otro andando. Estaba tan
débil que tenían que ir parando cada 100 metros.
Al llegar
a casa su madre no lo reconoció de lo desmejorado que estaba. Lo tumbaron en la
cama y llamaron al médico y al practicante. Se recuperó bien, tan bien, que hoy
ha cumplido 100 años, felicidades Ramón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario